Allí por los 70 había salido un artículo en el diario La Prensa, que se titulaba: “La pobreza y la riqueza son problemas de la cabeza”. De inmediato se llevó la discusión al foro y todavía seguimos analizando la profundidad y las consecuencias del concepto.
La historia enseña claramente como tras el fin de los dogmatismos, con el renacimiento europeo y posterior evolución del pensamiento racional a que dio lugar, conduciría a la primera revolución industrial con la máquina a vapor , a la revolución francesa como transformación social y política, seguida en el siglo XX por la segunda revolución industrial con la producción en cadena, que sumadas habían configurado el destino irreversible de la humanidad.
La primera consecuencia aplicable a Argentina, es que el mundo había comenzado a abandonar el campo como única fuente de riqueza y habían encontrado en la industria el valor agregado capaz de sacar adelante a las sociedades cada vez más numerosas.
Los liberales de la generación del 80, habían percibido que el progreso para nuestras tierras vendría de la mano de los inmigrantes que habían participado del despertar del conocimiento y no de una población escasa y dispersa, que por una parte traían el gen contra reformista español y por otra una herencia cultural casi nula de los pueblos precolombinos, que no conocían ni la rueda ni la escritura.
En ese contexto nuestra “Pampa húmeda” fue quizás un “salvavidas de plomo” para los argentinos, ya que el aprovechamiento de las riquezas naturales de fácil obtención, aleja al hombre del esfuerzo por sobrevivir que es el incentivo para crear y organizarse que han motivado a los pueblos que no cuentan con grandes riquezas naturales como Japón y la misma Inglaterra.
Lo dicho se aprecia aún en la actualidad, donde se pretende que el campo subsidie la ineficiencia del resto de las actividades, como en los tiempos de los primeros criollos que mataba las vacas que se criaban solas y salvajes, solo para sacarles el cuero, el que se exportaba a Inglaterra y en gran medida se utilizaba para la fabricación de correas de transmisión en las florecientes industrias movidas por el vapor.
Con la frase de Juan Bautista Alberdi “gobernar es poblar”, comienza a perfilarse un nuevo mapa del desarrollo en Argentina consecuente con la destreza y capacidad para producir que traían los europeos; todo en concordancia con las claras y simples ideas de Adam Smith expuestas en su famoso libro “..La riqueza de las naciones”.
Pero el gigantesco esfuerzo realizado quedó trunco en el siglo XX cuando en Argentina se deja sentir el efecto de no haber sido los protagonistas del desarrollo del conocimiento como lo era Inglaterra, Alemania, Francia y Estados Unidos, sino los consumidores secundarios de los productos de ese desarrollo.
Si observamos la impresionante cantidad de universidades con orientación tecnológica y centros de investigación que había en EE UU y lo comparamos con nuestro país y sus universidades humanísticas llegamos a la conclusión que no estuvimos a la altura de los desafíos que traería el mundo moderno con su tercera revolución industrial desplegada tras la Segunda Guerra Mundial.
En Tinogasta mientras tanto, padecíamos una inequitativa distribución de la inmigración europea que se concentró en las provincias que hoy son grandes centros de progreso como Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza. Catamarca toda padeció la mediocridad de sus dirigentes, no hubo fomento a la producción ni formación de capitales y curiosamente es una provincia llena de riquezas mineras naturales pero que hoy, por falta de recursos materiales y por nuestra ignorancia en el manejo de un capitalismo moderno, debemos convocar a explotarlas a extranjeros que si poseen los ingentes recursos técnicos y económicos que demanda esta industria.
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