domingo, 21 de octubre de 2007

4 - Los discursos

Pasaban los años, había cambiado de dueño el bar: ahora era de Pedro Juaneda y la barra había crecido: surgían siempre ocasiones para reunirnos a cenar, generalmente en el hotel de Turismo y regadas en abundancia. Demás esta decir que todos concurríamos de impecable saco y corbata.


La Barra

 La Barra, tradicionales cenas en el Hotel de Turismo año 1974, de izquierda a derecha: Faruk Cabur (recortado),Pedro Laluf, César Cuello, Humberto Orquera, “Negro Saleme” (oculto), Carlos Navas, ¿?, Armando Agüero, Roberto Sarquís, Carlos Capardo, Humberto Cuello, Alberto Villacorta, José Herrera, Mustafá Assad, José Herrera y Eduardo Herrera.

 Foto agregada el día 16 10 2016

(La segunda foto fue tomada de la colección de Roberto Sarquís publicada en Facebook casi 10 años después.)

A los postres alguien dijo un discurso y nadie imaginó que fuera el comienzo de una larga, prolífica y a veces desopilante época en que nos hicimos émulos de Demóstenes, Cicerón o Belisario Roldán.

En número que a veces llegaba a los 40, tenían la obligación de hablar todos, aunque fueran simples y breves palabras, pero quienes manejaban el arte del discurso y animados por unos buenos tintos tinogasteños a veces pronunciaban varios discursos en una misma cena.

Cuentan que un día en vísperas de elecciones llegó el ex presidente Frondizi al pueblo y se realizó un acto en el que los más destacados hablaban desde un acoplado agrícola sin barandas que hacía las veces de escenario; uno de nuestros más destacados oradores, que era del partido de Frondizi, en desacuerdo con algunos planteos le espetó con verba encendida “yo, doctor Frondizi, ante estos hechos: daré un paso al costado” y lo dio, cayendo del acoplado en medio de gran tumulto.

En una ocasión, en una larga mesa nos reunimos a esperar el año nuevo, pero uno de los integrantes que vivía en la ciudad prometió acompañarnos, pero no llegaba, así vinieron los postres, que era una casata helada. Justo cuando los mozos terminaban de servirla aparece nuestro amigo, discurseador nato, quien aprovechó unas palabras de disculpas por su tardanza para acoplarlas con un florido discurso.

No hubiera sido una anécdota digna de contarse si no fuera por lo extenso de la exposición donde veíamos a la casata recorrer todos los estados de la materia hasta convertirse hacia el final de sus palabras en leche para el desayuno.

Había muerto una anciana señorita, doña Amalia Linch, mujer de bien, maestra de aquellas que no solo enseñaban en la escuela sino con el ejemplo cotidiano de su buen comportamiento, cultos y refinados modales, nos abandonaba en fin una representante de las grandes familias tinogasteñas.

Tras el funeral, al que curiosamente habían ido muy pocas personas no había suficientes hombres para cargar el ataúd, desesperadamente salimos a la calle cuando vimos pasar a mi hermano Enrique Luís que pasaba en su cupé Torino con un perro pequinés. Lo hicimos parar y siendo de similar estatura tomamos las manijas del medio, ya en el cementerio continuamos de la misma forma hasta llegar al mausoleo de la familia Linch.

Tomando la empuñadura adelante mío iba nuestro inefable orador; cual fue mi sorpresa cuando soltó su empuñadura recayendo casi todo el peso del lado derecho del ataúd en quien esto escribe, observé que nuestro amigo subió algunos escalones, giró y sacó del bolsillo de su saco unas catorce carillas de un imponente discurso.

El pequinés de Enrique había encontrado cobijo del fuerte sol bajo la sombra del cajón pendiente de nuestros brazos.

En aquella inolvidable mañana, las palabras conmovedoras que pronunciaba nuestro amigo llegaban como saetas a nuestro corazón, pero con grave rictus manteníamos difícil silencio.
Por el contrario el pequinés de Enrique, no al tanto de las reglas, rompía en desgarradores aullidos que contrastaban con el silencio de la mañana.

Cuando abandonamos el cementerio, llevábamos una sensación amarga sin poder comprender el porqué de tanta ingratitud.

2 comentarios:

CLAUDIO dijo...

QUERIA FELICITARLO POR EL BLOG, SOY HIJO DE CARLOS CAPARDO, LA VERDAD ES QUE ME SORPRENDI AL VER LA FOTO DE LA BARRA, MI PADRE SIEMPRE TUVO LOS MEJORES RECUERDOS DE ESE LUGAR, SU GENTE, SUS AMIGOS, Y DIGO TUVO PORQUE DESGRACIADAMENTE FALLECIO YA HACE 2 AÑOS Y MESES. DESDE YA AGRADECERLE Y NUEVAMENTE FELICITARLO POR DAR A CONOCER UN POCO DE LA HISTORIA DE TINOGASTA!
SALUDO A UD. MUY ATTE.

Anónimo dijo...

Hola Claudio:

Mis mas profundos sentimientos por lo de tu padre en verdad lo siento mucho.Fue mi Profesor de Fisica.por los a'os 60 y pico .Tambien fue un gran amigo,en general con todo el mundo era una buenisima persona,y gran jugador de ajedrez,.yo no estoy en esa foto ,porke sali de Tinogasta en el 70 y despues termine mi carrera en italia.ahora estoy viviendo en mexico.Pero siempre en comunicacion con mi gran amigo el Ingeniero Cesar Cuello Roca,Claudio un abrazo para vos y tu familia.