Hubo unos días libres, estudiaba en Catamarca y decidí pasarlos en Tinogasta, al llegar no había nadie en la casa paterna, al verme doña Raquel que vivía en frente, me dijo que mi padre había viajado y que le dejó las llaves de la casa por cualquier cosa. Pero no tenía dinero y él tardaría varios días en volver, tomé la decisión de irme en la moto a la finca Istataco a 75 Km., recordando que algunos años antes pagaba mis penitencias en esa casa y cuando las muchachas me abandonaban, doña Felisa que vivía a unos pocos kilómetros me daba de comer.
Llegué a media noche a la casa solitaria en medio del campo, que estaba deshabitada desde hacía varios años, el viento hacía rugir las ramas de algarrobos cercanos y al no haber luna, la oscuridad era profunda. Advertí que no tenía llaves para entrar pero tomé una pinza y alambre que siempre tenía en la caja de herramientas de la moto. Preparé una especie de ganzúa pero me costó casi una hora abrir la puerta de la cocina. Adentro encontré una vela pero las puertas interiores también estaban con llave, logré acceder al pasillo que conducía a los dormitorios pero repentinamente apareció una víbora que se enrolló en el piso de mosaico para saltar, le lancé una patada con tal suerte que le reventé la cabeza con un fuerte crujir de huesos.
Cuando quise abrir la puerta de un dormitorio estaba también con llave, con un poco de sebo pegué la vela cerca de la víbora muerta y comencé por tercera vez con la ganzúa hasta que por fin logré desechar la llave, tome la vela con mi mano izquierda y al abrir la puerta quedé atónito pues una figura humana que tenía también una vela en su mano derecha me observaba con ojos desorbitados desde el interior de la habitación. El estremecimiento derivó en parálisis, no se cuanto duró aquel momento, ambos estábamos rígidos, aterrorizados, ninguno quería hacer el próximo movimiento. No había nada razonable que pudiera explicar este suceso espeluznante, cuando el corazón volvió a latir, moví los ojos tratando de buscar un escape pero el hombre estaba demasiado cerca, tan solo girar le daría tiempo a alcanzarme.
Cuando comencé a apartarme el hombre también se movió hacia atrás, entonces intenté recuperar el control y evaluando nuevamente la escena, comprendí que estaba frente a un espejo. Salir del susto me produjo una sensación de cansancio, entré tembloroso a la habitación, los últimos moradores habían cambiado la posición de un gran ropero y la puerta con un espejo del mismo tamaño quedó abierta, al entrar vi mi propia imagen. Había sido una noche larga, dormí intranquilo.
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