sábado, 1 de diciembre de 2007

15 - Pies de barro

Si observamos el gráfico anterior del índice de precios al consumidor, se aprecia a primera vista que el descalabro inflacionario se inició en 1940. Curiosamente, Juan Perón declaraba al asumir su primera presidencia, que no podía caminar por los pasillos del banco central de la cantidad de oro que había.

Era un oro reciente, producto de las ventas de alimentos a las potencias en guerra, mientras Argentina permanecía neutral, haciendo pingues negocios, lejos de la pólvora que en Europa mató a más de 20 millones de personas.

Nuestro análisis comienza en los 70, década que marcó la culminación de un estado de cosas en apariencia buena pero que en realidad, no mostraba ser el fruto del esfuerzo, la creatividad, el empeño, el conocimiento ni la capacidad de los “empresarios” de la época, sino el resultado de los subsidios encubiertos a través de créditos bancarios que la inflación se encargaba de pulverizar al momento de pagarlos.

En aquellas épocas el bienestar económico pasaba sin duda por la amistad que se tuviera con el gerente del Banco Nación, era sin dudas la persona más influyente del pueblo y los agricultores y comerciantes se deshacían para conseguir el favor de este Aladino que hacía realidad todos los sueños.

Pero, no todos pudimos ser amigos del gerente, porque como toda estructura ficticia, da lugar a enclaves de amistad y poder y quienes no accedían a esas lides, debía conformarse con obtener algún préstamo indirecto que luego se pagaba a los “popes de la intermediación”, entregándoles la producción a precios miserables.

Pronto llegaría la famosa Circular 1050, que si bien no es para alabarla por sus injusticias y errores técnicos, pero en general digamos, acabó con los subsidios a las clases medias y altas. En esa época en un diario de Buenos Aires salió un artículo titulado “Los Gigantes con Pies de Barro” que hablaba del derrumbe a lo largo y ancho del país de poderosas empresas poco acostumbradas a devolver en serio sus préstamos.

En “La Barra” siempre criticaron mi tendencia a comparar todo con lo que ocurría en Estados Unidos, quizás con razón, pero me resultaba más “didáctico” usar los extremos ya que hablar de grises era permitir que se entienda medio negro o medio blanco. En Estados Unidos sencillamente el estado no tiene bancos por lo cual no hay subsidios encubiertos.

En un momento llegó a mis manos un libro con varias biografías, me interesó la vida, obra y concejos que sobre negocios daba el poderoso empresario norteamericano , fabricante de automóviles: Henry Ford.

Impresionado con su historia, en la que siendo un obrero de mameluco de la Detroit Automobile Company y tras ganar sus primeros dólares estudió ingeniería, trabajando luego en la Edison Illuminating Co.

En sus ratos libres comenzó a fabricar su primer auto en el garaje de su modesta casa de barrio. Presté mucha atención a lo que aconsejaba a los iniciados, decía que jamás se debía sacar créditos bancarios ya que era anticipar el éxito de una empresa con el riesgo de desconocer su manejo; en su lugar aconsejaba empezar de abajo, incluso manualmente, para que el trabajo personal enseñara todos los detalles y que el mismo negocio indicaría si seguir, como y por donde.

Salvando el abismo, entre la poderosa Detroit y la humildísima Tinogasta, al menos quien esto escribe, se puso el mameluco y manos a la obra en el fondo de la casa. Claro, no fabricaríamos autos sino maquinarias para procesar pasas de uva que era lo que había en la zona.
Siguiendo el ejemplo de Ford, compré cuanto libro de mecánica e ingeniería pudiera conseguir y a duras penas golpeándome y electrocutándome en reiteradas ocasiones obtuve un primer prototipo allí por 1.976.

Un día, agobiado por el excesivo esfuerzo que hacía para dominar solo, partes de máquinas que pesaban más de 300 kg, decidí buscar un colaborador y acudí a un profesor de la escuela industrial a fin de que me enviara alguno. A los días se presentó un aspirante enviado por la escuela, hombre robusto y fuerte, lo que me hizo pensar que era apropiado para la tarea, preguntó cual sería el trabajo a realizar, diciéndole que ayudaría en tareas metalúrgicas, en el manejo de piezas mientras se soldaban y armaban etc., pero Oh! sorpresa, cuando me rechazó la oferta laboral diciendo que él creía que trabajaría en una oficina y se fue. En los 10 años siguientes seguí trabajando solo.

El 8 de septiembre de 1975 obtenía la Patente de Invención Nº 203.414 dejando el nombre de Tinogasta en la oficina de Patentes de Invención de la República Argentina.


Para quien dese saber como es una patente, pongo la imagen de la carátula.

Con el trabajo de esta máquina y otros inventos que se agregaron después no solo creamos una empresa que da trabajo a mucha gente hasta el presente, sino que se demuestra que el éxito o el fracaso no dependen de los Aladinos sino de uno mismo, de la capacitación y del seguir los buenos ejemplos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Escriba, me parece que anónimo se excede en sus expresiones, debe tener algún asunto personal pendiente.
En cuanto a lo que dices en tu Pies de Barro, creo que comparar a la Argentina con Estados Unidos es como comparar perros con bananas. Si conoces un poco de Historia verás que las matrices culturales son totalmente distintas, así como el devenir histórico que hizo de EE UU el imperio más agresivo que ha conocido la humanidad. Es un modelo de desarrollo que no creo que sea mejor que otros, es simplemente distinto. Se puede considerar progreso haber desarrollado la mayor industria armamentista del mundo? O involucrarse en guerras por los recursos en todas partes del planeta eliminando sin razón y sin sentido millones de vidas? O intervenir para derrocar gobiernos democráticos en países periféricos como en Latinoamérica? O pensar que el modo de vida basado en el consumo excesivo, desmedido y la destrucción sistemática del medio ambiente global puede ser algo digno de admirar? En cuanto a que no subsidian su producción, totalmente falso. EEUU es el país que aplica una mayor cantidad de subsidios agrícolas. Y controla y elimina, llegado el caso, cualquier mercadería que pueda competir con la suya.
En cuanto al Henry Ford tinogasteño, creo que hay que considerar que en estas invenciones mecánicas algo influye el título de Ingeniero obtenido en una Universidad estatal (y gratuita) argentina. Ese estado tan denostado que pudo sin embargo formar excelentes profesionales hasta que Onganía hizo mierda la Universad pública en 1966. En cuanto al operario al que solicistaste colaboración, habría que preguntar y detallar también qué remuneración iba a recibir y qué estabilidad laboral para colaborar en tus emprendimientos. Creo que son datos que ayudan a cerrar estos análisis. De otro modo es fácil caer en el remanido "los tinogasteños son vagos y mal entretenidos". Claro, nunca se habla de las condiciones de trabajo ofrecidas. Y eso hasta el día de hoy. Hace muy poco se buscaba mediante avisos radiales "al mejor vendedor de Tinogasta", pero no se ofrecía, como contraprestación "la mejor remuneraciónd de Tinogasta". En fin, hay mucho para comentar. Saludos.

Anónimo dijo...

en vez de Henry Ford Tinogasteño, yo creo que es un Videla o Hitler Tinogasteño. AUnque estos nefastos personajes, sobre todo el último superan el intelecto del Ingelerdo.

Anónimo dijo...
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