martes, 28 de julio de 2009

84 - El Durazno

Mientras esperaba a Niz en el desvío hacia El Durazno, próximo a la Cuesta de Zapata, se acercaban 4 jinetes bien pertrechados, uno se detuvo y mientras hablábamos del camino que faltaba recorrer, noté en su mano izquierda un recipiente forrado en tela, seguramente con algún tinto de la zona, más adelante al cruzar el primer río, encontramos apeados una docena más de jinetes, eran las dos de la tarde del domingo 26 de julio, después nos enteramos que todos se dirigían a El Durazno a participar de los festejos por San Pantaleón.

El domingo anterior habíamos llegado hasta unas gargantas muy estrechas entre las montañas por donde bajaba un río, pero era demasiado tarde para seguir y regresamos. Esta vez pasamos las gargantas y el río se abre a un escenario montañoso.

Al llegar al paraje “Peñas Coloradas”, nos detuvimos a esperar a nuestros compañeros, que se distanciaban para evitar la tierra del camino, estábamos dentro de un río seco cuando vimos a la distancia que se aproximaba un hombre de figura longilínea, se acercó a la ventanilla y con un tonillo acorde al tintillo que parecía acompañarlo, nos pidió que lo lleváramos hasta El Durazno, cargó unos bolsos en la camioneta de Niz ya que en la nuestra el cuatriciclo ocupaba toda la caja y seguimos viaje.
Río El Durazno a pocos km. de la localidad homónima

Viendo que las jarillas estaban verdes a diferencia de las del campo abierto, que se habían helado con la ola polar de estos días, le comenté a nuestro pasajero:

- Parece que aquí no hizo tanto frío.
- No, aquí es caliente, respondió.

En la curva siguiente, del lado de la sombra se veía escarcha por lo que dije:

-¿Ve la escarcha en la rivera?
- Si aquí es muy frió respondió, mientras se acomodaba para dormitar.

A cada momento se reanimaba y miraba hacia atrás diciendo:

-¡No viene el Flaco....! Quizás porque nos escuchó nombrarlo así a nuestro amigo.

De pronto entramos en una quebrada con rocas repletas de agujeros como gigantescos quesos Gruyere, y verdaderos muestrarios de rocas metamórficas formadas de areniscas y cantos rodados comprimidos.

-¡No viene el Flaco...! Lo esperemos, repetía el machado, al punto que empecé a sospechar que el interés por no alejarse de la otra camioneta era porque en los bolsos dejó la mamadera de tinto.

Por fin llegamos a la entrada a El Durazno donde se bajó nuestro etílico acompañante y corrió a sacar sus bolsos de la Toyota de Niz.

Más adelante nos bajamos a observar como el agua que gotea por las raíces colgantes de las cortaderas, que quedaron semidesnudas en la orilla del río, llegaban hasta el suelo formando verdaderas columnas de hielo.

Penitentes en la rivera del río El Durazno

Unos pocos km. más delante de las fotos anteriores, el camino termina en un lugar llamado La Aguada donde hay solamente una vivienda, decidimos retroceder hasta una sombra para hacer el asado.

Mientras se hiciera el asado, iría a hacer un reconocimiento del camino con vistas a que en un próximo viaje, cuando el Flaco se mejorara de su pierna, pudiera ir él también en su cuatriciclo.

Es así como emprendí viaje por un estrecho sendero de animales, donde las huellas en partes eran tan profundas, que si caían las ruedas del cuatriciclo quedaba a punto de volcarse, entre medio de subidas, bajadas y curvas peligrosísimas encontré al machado, parado a la orilla de un alto. Aparentemente había incrementado su graduación alcohólica en el interin.

-Llevame, me dijo en un tono distinto al trato medianamente respetuoso que tenía en la camioneta.

-No, el camino es muy peligroso respondí, pensando que era un despropósito llevar un personaje en ese estado por ese camino.

-No llevame, insistió y tirando los bolsos en el portaequipaje del cuatriciclo se subió de “prepo”.

-Vamos ordenó.
-Bueno agárrese bien de las barandas le pedí.

Cuando el Polaris comenzó a mostrar toda su bravura, el machado comenzó a apretarse con las piernas para mantenerse montado, ya que una mano la empleaba en sujetar el bolso con la mamadera y el camino empeoraba tanto, que continuar montados era más difícil que domar un potro como se ve en el festival de Jesús María. Por fin llegamos a un obstáculo imposible de pasar.

-Bueno hasta aquí nomás llegamos le dije.
_ ¡Seguí carajo...! espetó el machado.

-Oiga, no se puede pasar le replique.
-Seguí por esa zanja dijo señalando a la izquierda.

Como el desvío que propuso realmente me permitió evadir el obstáculo, tuve que ampliar mi paciencia en la seguridad que el hombre pese a las molestias me llevaría a destino.

Pero tras una impresionante subida por una cornisa tan estrecha que no cabía ya el cuatriciclo, no tuve más remedio que detenerme y obligarlo a bajarse al machado, éste avanzó unos trancos y se acostó en la cornisa estirando las piernas y sosteniendo la cabeza con la mano y con el codo en el suelo, observaba risueño como haría para dar vuelta el cuatriciclo en ese sendero tan estrecho al borde del precipicio.

Tras innumerables maniobras logre dar vuelta el Polaris y regresé raudamente al lugar del asado.

Sobre la barranca la parrilla y en el lecho del río la mesa

Terminando de comer y habiéndole invitado asado y vino a un gaucho que pasaba, decidimos con Niz recorrer nuevamente el camino, para que no se volviera sin conocer las dificultades que enfrentaremos en siguientes aventuras.

Esta vez llegué más rápidamente a la cornisa donde ya no se puede seguir en el cuatriciclo.
Cornisa a 1,5 km. de EL Durazno

Una persona se asomaba desde la cima, había llegado en moto pero no se animó a pasar y observaba si nosotros nos arriesgaríamos. En ese momento se aproximaba un jinete que tiraba de un caballo mientras un burro de carga venía adelante.

El burro esquivó el cuatriciclo subiéndose a la montaña

Tuve que parar el motor que asustaba a los animales, para que pasaran y luego hacer riesgosas maniobras al borde del precipicio para dar vuelta el cuatriciclo, cuando volvíamos nos encontramos con el grupo de jinetes que encontramos al medio día.

Jinetes que venían desde Tinogasta a la fiesta de San Pantaleón

martes, 14 de julio de 2009

83 - El Pozo

Fotografía satelital de la gran formación arenosa de Medanitos, a la derecha abajo “El Pozo”

En nuestra entrada anterior insinuamos un receso invernal de aventuras en cuatriciclo que no fue tal, pese al frío, al hecho de que Niz sufriera un accidente (no relacionado a las aventuras) y que a los doctores Rojas, Ramón Ángel y su esposa Paola, nuevos integrantes del equipo estaban resfriados, no fue un obstáculo para que siguiéramos investigando las inmensas riquezas turísticas, paisajísticas y geológicas de la localidad de Medanitos.

En la fotografía anterior se ve desde el cielo esta formación de más de 10.000 Has, que se eleva desde el valle más de 1.200 m, presentando en su parte media una especie de meseta para continuar elevándose hacia el este y por fin descender hacia la base de la montaña rocosa de las Sierras de Fiambalá. El objetivo de los dos últimos viajes fue investigar las grandes barrancas de médano que se observan en la parte inferior derecha de la foto y que según calculamos con Google Earth deberían tener 330 m de profundidad. Para darse una idea de la profundidad, las dunas de Saujil tienen solo unos 30 m de altura.

El domingo 5 partiendo desde Saujil con Nélida, los compañeros quedaron “enfermos” en Tinogasta , nos dirigimos a una quebrada, límite sur de la formación donde un curso de agua que pasa por las abruptas pendientes, es el responsable de la formación de éstas, al desbarrancar el médano cada vez que en su serpentear cuesta abajo se acerca al inmenso depósito de arena.

Acercándonos a la montaña

El recorrido hasta la montaña no puedo ser mejor para andar en cuatriciclo, sin vegetación, un suelo firme y escenas espectaculares siempre en el marco de la inmensidad, la naturaleza en estado puro.

Médanos a la entrada de la quebrada

Pero al acercarnos, la cantidad de médanos nos obligó a entrar por la quebrada y no por la margen norte como pensábamos.

Duna en el camino hacia “El Pozo”

Esta duna tiene el sotavento hacia el sur, al menos en la cresta, lo que contradice todas las deducciones hechas en las dunas vistas anteriormente, podría suceder que un viento zonda que había corrido días atrás haya revertido la cresta, pero es solo una especulación.

Vista de “EL Pozo” (S27 33.492 W67 29.716) a 4,2 km de donde se tomó la foto

La foto anterior muestra la barranca llamada El Pozo, pero fue tomada desde 4,2 km debido a que el terreno era demasiado peligroso para encararlo solos.

En horas de la tarde fuimos al extremo norte de la formación donde por fin encontramos la mancha blanca que tanto buscamos. Resultó ser una formación gredosa de color blanco, de unos 10 m de largo por 1 metro de altura, por encima de esta capa, la presencia de gran cantidad de cantos rodados nos termina de convencer que la formación corresponde a lo que el geólogo alemán Walter Penk denominó “rodados de la Puna” y está sobreelevada por fenómenos de plegamiento. A la pregunta de por que los agentes de meteorización no arrastraron el material liviano hacia el valle dejando expuesta la roca base, se puede decir que su forma de montículo independiente y su textura muy permeable, sumado a que las cuencas hídrica de la montaña rocosa descargan las precipitaciones por cauces laterales, las lluvias en solo 10.000 Has no son suficientes para formar grandes corrientes de arrastre.

En momentos que recorríamos el lugar sonó un celular, era Niz que preguntaba donde estábamos, suponiendo que llamaba desde su casa de Tinogasta con la pierna accidentada en alto, cual fue nuestra sorpresa, cuando nos dijo que con Ramón Ángel había trepado al mismo alto en sendas camioneta 4x4 a la altura de La Banda. En pocos minutos nos reunimos en el camino a Tatón y nos fuimos a unas hermosas dunas a la derecha del camino.

Dunas de Tatón 5 Km antes de esa localidad a mano derecha de la ruta

Muy pequeñitas se ven las camionetas en la duna más baja, como más al este más altas son las dunas, el ocaso puso fin a un dia magnífico.

Vista espectacular de las dunas de Tatón.

El domingo 12 volvimos y pudimos aproximarnos hasta 1,6 km de El Pozo por la parte alta, siguiendo el trazo azul que se ve en la primera imagen que marca el recorrido ida y vuelta que realizamos, pero la llegada repentina del viento zonda nos obligó a volver raudamente guiados solamente por el GPS ya que el zonda borró las huellas del cuatriciclo.

Escapando del zonda compartimos un asado en Istataco

Al terminar el asado y la tertulia el zonda había calmado, entonces fuimos al río Abaucán donde anduvimos por las dunas e hicimos pasear en cuatriciclos a niños de la zona.